Los seres humanos tenemos extrañas
actitudes, por lo menos me caracterizo por pertenecer a ese grupo.
Comemos durante el otoño e
invierno incluido parte de la primavera que de hecho por estos lados aún es muy
frío, olvidando que tarde o temprano llega el verano y cuando éste se hace
sentir pretendemos contar con un cuerpo escultural.
Es así que año tras año, el mes
preludio a la temporada estival, me
someto a estrictas dietas acompañada de horas de caminata y tratamientos
estéticos, pretendiendo ilusamente que obren milagros.
Por estos días transcurro la
segunda semana de dieta y el mismo tiempo en gabinete, hace un par de años, voy
casi religiosamente al mismo spa, sé por experiencia propia que si hago bien
las cosas mi cuerpo lucirá mucho mejor en un par de meses, creo que a Diciembre
llego. Me refiero a Diciembre sin los nefastos flotadores.
Como otros tantos días llegué
caminando y a horario, me disgusta la impuntualidad. Al ingresar a la impecable
recepción sentí mis pulsaciones
alteradas y un ligero calor en mis mejillas, producto de acelerar el paso en
las últimas cuadras.
Sorprendentemente había más gente
de lo habitual, todas mujeres lidiando contra los vellos. Sisí con su escultural y pequeña figura
enfundada en un pulcro ambo, me da la bienvenida, siempre me recibe con una
amplia sonrisa, expresando felicidad al verme.
Desconozco si es así solo conmigo o lo repite con cada uno de sus pacientes. Ingresé al gabinete habiendo
pasado antes por baño.
Todo allí se repite
sistemáticamente, mientras yo dejo mis pertenencias, morral, campera sobre un
taburete, luego desabrocho mi pantalón y me recuesto sobre la camilla, ella
prepara los equipos para comenzar con su trabajo.
En el instante que me dispongo a
dejar el morral, viene a mi mente un momento en el que hablamos de tatuajes,
Sisí bajó su pantalón hasta llegar a una de sus caderas y me lo mostró, jamás
pude olvidar su piel, de hecho no recuerdo de que trata el tatuaje, ese mismo
día me mostro la circunferencias de sus perfectas lolas, con la intención de
indicarme el lugar del próximo.
En ese momento debió ausentarse
por unos segundos del gabinete.
Tuve el tiempo necesario para
pensar en cuanto me fascina su piel, sentí la imperiosa necesidad de recorrer
suavemente con mis dedos, la corta extensión de su altura.
Tomándome el tiempo necesario
para guardar en mi memoria táctil cada centímetro de ella.
Irrumpió en el recinto, su estridente y simpática voz no lograron
alejar de mi los pensamientos sobre su cuerpo.
Aun tenía la campera puesta,
entonces en un acto arrebatado me la quite y deje caer sobre el taburete.
Cuando me dispongo a desabrochar mi pantalón, la veo desatar su rodete, su fino
y largo cabello se deslizó sobre sus hombros, en un ademan por correrlo, tiro
suavemente su cabeza hacia atrás, pude ver su excitante cuello y sus labios
esbozando una amplia sonrisa mientras sostenía el gancho que sujetaba su
rodete.
Aun con el temor y más que eso,
sintiendo el pudor que me provocó la situación, me acerqué y con mi mano
izquierda sujete su cadera a la altura de sus perfectos y duros muslos, lo hice
suavemente, como si se tratará de un jarrón del material más frágil existente en
este mundo.
Valiéndome de la mano derecha, con
el dedo índice y medio comencé a recorrer su garganta, evité mirar a sus ojos,
temí al rechazo.
Sisi no emitió palabra ni gesto
alguno, solo atino a deslizar su cabeza hacia atrás e inspiró profundamente,
mis dedos pudieron sentirlo.
Nunca la miré a sus ojos, no
quería encontrarme con ellos, no quería que despertara a la realidad del
momento.
Rodee su contorneada cintura y la
guié hacia la camilla, mi corazón parecía escapar de la boca, latía
irracionalmente. Mientras, ella en suaves movimientos se recostó, acto que me
tranquilizó.
Una vez Sisí en la camilla,
yo de pié a su lado, ubique mis dedos
sobre el sensual hueco de su cuello y los deslice hacia el escote del ambo, lo
desabroche, dejando correr el cierre. Y seguí camino sin reparar en sus
turgentes pechos, ahora excitados. Su abdomen se estremeció como respuesta a
mis caricias
Solo pensaba en recorrer la
extensión de su cuerpo, robarme por completo la suavidad de su piel. Llevar con
migo el perturbador aroma de su cuerpo erotizado.
Cuando llegue a la cintura del
pantalón elastizado, pude observar su tersa piel totalmente erizada, lo bajé y
en un pícaro acto, con este arrastre su pequeña bombacha.
Me tomé el tiempo para recorrer
sus caderas y torneadas piernas, quite sus zapatillas y sus pequeños y prolijos
pies invitaban a besar cada uno de sus dedos de uñas pintadas color carmín.
Desde allí me detuve y pude
observar la extensión de su bello cuerpo, solo acariciaba sus pies, mientras
mis ojos recorrían sus piernas, la escultura de sus caderas, su precioso pubis,
el cual provocaba los deseos más oscuros, mi boca se humedecía al imaginarse
jugando dentro de él, una pequeña cintura la cual llevaba a la gloria de sus
grandes pechos.
Así la recuerdo, arrojada al abismo de mi pasión,
de mi lujurioso deseo, de mis manos recorriendo su cuerpo y robando su deseo.
Nunca perdí de vista su pubis,
pequeño, totalmente depilado, una imperceptible línea lo surcaba, de pronto
sentí la necesidad de tenerlo en mi boca, podía sentir su exuberante aroma.
No quería hacerlo, mis prejuicios
lo impedían, aunque mi deseo pedía a gritos por sentir su sabor. Sentí hambre,
sed, necesidad de sus jugos en mi boca.
Sisí se contorneaba sutilmente y
de vez en cuando emitía un suave gemido, mezcla de suspiro. Regrese por el
camino de sus bellas piernas mientras trataba de decidir sobre si hacía caso a mis deseos o
bien optaba por mis prejuicios.
Llegué al tan deseado pubis, pase
la palma de mi mano sobre él, creo que en ese momento decidí por mis
prejuicios, sentí su arrebatador aroma, y pude ver cuando abrió sus piernas
dejando expuesto lo excitado de sus ser. Su rosada piel totalmente húmeda me invitaba a
la lujuria de mis labios saboreando su néctar.
Y yo con hambre atrasado.
La tomé por sus pequeños tobillos, la acerque al extremo de la
camilla, deslice gracias a la humedad de su sexo dos de mis dedos en su
clítoris totalmente estimulado, rígido, turgente frente a mí.
Mis dedos iban y venían desde el
clítoris al cual lo rodeaban, acariciaban suavemente, hacia su cola, la mano
izquierda la extendí hacia su pecho y allí estaba su duro pezón esperando por
mis caricias.
Mientras con la mano derecha
recorría su pubis, ella totalmente entregada, dejaba paso a todo, con la mano
izquierda tocaba sus enormes tetas, pude sentir cuan agitada estaba.
Sin dudarlo, deslicé uno de mis
dedos dentro de su cola y hundí mi boca en su sexo.
Mi lengua se alargo para andar
por lugares que jamás había recorrido,
lo hacía de manera instintiva. Sentí un reprimido gemir salir de sus labios.
Cuando dos de mis dedos
recorrieron el interior de su húmedo ser, lograron tocar el punto que la
enloqueció, se sentía como un terso y delicado túnel hasta que uno de mis dedos
dio con una protuberancia, como un pequeño botón que al tacto hacia estremecer y
abrirse aún más a la portadora, Sisi en
atrevidos movimientos intentaba que mis dedos la penetren aún más.
Mis labios y lengua jugaban con
su clítoris, este se agrandaba dentro de mi boca, ella se contorneaba
frenéticamente, yo me deleitaba con su sabor
y aroma de hembra en celo.
Mis dedos iban y venían sin salir
de ella, asegurándome su extenso placer, mi lengua recorría su cola la cual
pedía por algo más que eso. Y mis labios tomaban su clítoris, suavemente,
segura de lo que hacía, le daba pequeños y fuertes chupones. Estos sonaban en
el gabinete aún más que sus constantes gemidos.
Mis dedos salieron del placentero túnel del
placer y los introduje en su cola, trate
de suplir la ausencia de éstos con mi lengua y luego abandone las caricias de su abdomen y pechos,
para introducir tres de los dedos dentro
de ella, se estremeció, se movía, agitaba su cuerpo como poseída y se aferraba
a la camilla, pude sentir correr por mi
boca el jugo embriagante de su ser.
La exprimí.
Relajo por completo sus músculos,
mi mano apoyada en su pubis podía sentir el latir de su clítoris, tanto como
latía su pecho.
Me atreví a mirar sus ojos y ella
solo sonrió, la tome de sus manos y la ayude a sentarse, quedó allí desnuda frente a mí, aún agitada. Por mi boca corría parte de ella,
paso su mano limpiándome y se la llevo a la suya.
Entonces dijo “nunca antes había
acabado tan rico” a lo que agregó “por lo visto solo otra mujer sabe cómo
hacerlo, no?”
Como respuesta baje la mirada y
sonreí.
Cuando salí del gabinete ya nadie
quedaba, y así reaccioné, me cuestioné internamente “ se habrán dado cuenta el
resto de lo que sucedía allí adentro?”
Nos despedimos, habiendo antes pactado
el próximo turno, el cual prometimos cumplir con el tratamiento.
Luego como otras tantas veces,
ella me pidió con su simpática voz “Mari, por favor trame uno de tus relatos,
necesito leerlos”
Volví a casa, mientras cocinaba
esperando a mi marido, recordé cada minuto vivido, cada centímetro de piel
recorrida. El sabor de Sisi corriendo por mi boca.
Un prejuicio roto y otra
experiencia vivida.
Jamás volví a sentir el sabor de
su excitación saciando mi sed.
El lunes siguiente allí estaba,
saludando a Sisí y dejando en sus manos uno de mis relatos, que ahora es
“nuestro relato”.